OK. Empiezas a sentirte viejo. Has fracasado en todos los aspectos de la vida de un ser humano. Has sido un mal estudiante, un mal empleado, un mal hijo, un mal padre, un mal marido. Donde quiera que te paras te sientes ajeno, ya no perteneces en ningún lado. Nadie te ofende pero te sabes rechazado, excluido. Tus únicos momentos de tranquilidad están impregnados en alcohol, y con más frecuencia que no esos ratos también terminan mal.
La vida se empeña en exhibir tu mediocridad y en todo momento eres señalado y aludido de mala forma. Te sientes desplazado de todos lugares y de toda persona. Hasta el cabello se retira de tu cada vez más amplia frente. Quieres irte, pero irte en definitiva, no a medias.
Así que clandestinamente hurtas el revolver de papá. Sabes lo que dicen, la salida falsa, el punto sin retorno, el escape de los cobardes, etc. etc. Pero te resignas con la idea de que rebasando el estallido ya más nada te preocupará. Adiós sentimientos de culpa, de vergüenza, de tristeza, de frustración. Un instante de angustia y el acceso inmediato a la paz eterna. Nada puede ser peor que lo que vives en este momento.
Así que te colocas el cañón bajo la barbilla y tiras del gatillo. ¿Y qué crees?
Te conviertes en la más patética exhibición de estupidez y baja autoestima que pueda existir. Y demasiado tarde descubres que nada es lo suficientemente malo como para que no pueda ponerse peor...



